28 ago 2007

PAGANDO POR LA INCOMPETENCIA..........

GENTILEZA MATIAS MENDEZ

¿Qué sucede cuando quieres que los demás paguen
por tu incompetencia? Te encaminas al fracaso.

Tomemos el ejemplo de un mecánico incompetente,
que por desconocer el procedimiento de desmontaje
de una pieza, la rompe. Seguramente lo primero
que le pasa por la mente es que la debe reemplazar
pues sino el auto no funcionará, pero difícilmente
aceptará el cubrir el gasto y se lo cargará al
cliente.

El resultado de la práctica anterior redunda en
que el consumidor final acaba pagando un sobre
precio por la falla del mecánico. Si por alguna
razón el cliente acude con otro mecánico en el
futuro y descubre que fue engañado, el mecánico
incompetente automáticamente será vetado.

Hace poco comentaba la problemática de transferir
nuestros errores a otros como una mala práctica
debido a que al "quitarnos" la responsabilidad
inconscientemente nos desobligamos de buscar
soluciones.

De la misma manera, cuando nos acostumbramos a
que los demás paguen por nuestra incompetencia
tendemos a estancarnos pues hallamos una salida
fácil a nuestros problemas.

Sin embargo, a veces se nos olvida que no estamos
solos en este mundo y si bien es muy cómodo que los
demás paguen por nuestros errores, por su parte los
demás no están dispuestos a pagar por ellos, por lo
menos conscientemente. Por lo tanto, cuando alguien
descubre que está pagando de más, reacciona y busca
otra opción.

Trabajé en una fábrica cuyo peso ideal de consumo
era 700 gr para fabricar una pieza de 450 gr. Esto
significaba que después de hacer los cortes y
perforaciones, por cada 700 gr. de material nos
quedaba una pieza de 450 gr. de producto terminado.
Pero en los libros y en los controles el peso de
consumo estaba tasado en 975 gr. es decir, un 28%
adicional. La cantidad se había calculado con base
en los registros históricos, que incluían robos de
material, desperdicios, malos almacenajes y mermas,
y todo esto se justificaba diciendo que el proceso
y el personal no estaba preparado para llegar a
700gr. y era mucho más cómodo tener un peso inflado
que compensara errores, negligencia e incompetencia.
Obviamente, el precio de venta estaba en función
de 950 gr.

Y así como este caso he sabido de otros, en los
cuales, lejos de buscar mejoras se compensan las
fallas, como la historia de aquel que cada vez
que escuchaba un ruido en el motor de su auto
le subía el volumen a la radio.

Cuando las empresas, personas o países acostumbradas
a cobrar la incompetencia se enfrentan con otras que
no la toleran, el resultado es que el cliente, el
patrón o quien sirva de juez entre ambos toma una
decisión lógica y se va con quien mejor le conviene.

Creo que todos en mayor o menor medida somos
incompetentes, lo cual es bueno porque reafirmamos
que somos perfectibles y podemos mejorar. Lo malo es
cuando nos acostumbramos a ser incompetentes y encima
queremos que los demás paguen por ello.

Por Alberto Quiroga Venegas

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